Viajar es mucho más que cambiar de lugar: es abrir la mente, descubrir otras formas de vivir y, sobre todo, dejarse tocar por lo que encontramos en el camino. Si, además, lo compartimos con amigos, la experiencia se convierte en una aventura inolvidable.
Nuestro Erasmus en la República Checa ha sido justo eso: una suma de momentos únicos que llevaremos siempre con nosotros. Por supuesto, nada de esto habría sido posible sin la gran hospitalidad de nuestras familias anfitrionas. Al principio, el carácter checo puede parecer reservado, pero detrás de esa primera impresión hay personas profundamente amables, respetuosas, sinceras, de cercanía discreta que se gana con el tiempo y se valora aún más.
Kutná Hora nos cautivó desde el primer día: calles empedradas, iglesias góticas, historia viva… Todo parecía sacado de un cuento. Sin embargo, lo más valioso ha sido la manera en que hemos podido vivir esa ciudad: desde dentro, acompañados, aprendiendo a cada paso. La visita a Praga también quedará en nuestra memoria como uno de los momentos más especiales; pasear por el Puente de Carlos, asomarse al Reloj Astronómico o subir al castillo fue como entrar en la historia y sentirse parte de ella por un momento.
Gracias al centro educativo Žižkov por invitarnos a participar de sus actividades culturales, talleres y visitas guiadas: una magnífica oportunidad para aprender, convivir y compartir, arropados siempre por la gran profesionalidad de su equipo educativo.
Y es que este Erasmus no ha sido solo un viaje; nos ha supuesto crecer, emocionarnos, abrir los ojos y el corazón. Volvemos con recuerdos imborrables, amistades nuevas y la sensación de que, durante estos días, el mundo se nos ha hecho un poco más grande y… también un poco más nuestro.
